Por Javier Manzanera
Ya están concertadas las semifinales y el panorama general es muy distinto al que se apreciaba al comenzar la liguilla, no sólo porque uno de los dos equipos goleadores e invencibles de la campaña ha quedado fuera, sino también debido a que la personalidad de los equipos restantes ha sufrido una absoluta metamorfosis respecto a lo que hace un mes se podría haber dicho de ellos.
Si tuviera la oportunidad de viajar cinco años atrás en el tiempo en un DeLorean y le contara a alguien en la calle que en las semifinales del Clausura 2009 veríamos al Puebla y a los Indios de Ciudad Juárez, ese alguien me diría que estoy loco, no por lo de viajar en el tiempo -hace cinco años ya llevábamos casi dos décadas sabiendo que los DeLorean sirven para eso- sino por el inverosímil argumento referente a la presencia de las dos escuadras en semifinales.

El Maleno Frías, paladín de la frontera.
Hoy, cualquiera que haya visto los partidos de cuartos de final sabe que estos equipos siguen con vida porque han creído en sí mismos. Incluso una final entre ellos dos no suena descabellada en lo absoluto. Claro que para ello Indios tendría que pasar sobre el imparable Pachuca, pero no me sorprendería demasiado que lo logren. Todo es posible en el futbol mexicano. Por ejemplo, el Rebaño Sagrado tuvo una temporada lamentable -muy a mi pesar- y sin embargo se las ingenió para ensartarle un 5-0 a los Tuzos. Creo que el Profe Eugui y sus aguerridos pupilos son capaces de encontrarle el modo.
En cuanto a Puebla, creo que la tiene más fácil. Sería un error confiarse, pero si juegan contra Pumas como lo hicieron contra la Pandilla, no deben tener mayor problema en avanzar a la final.
Le pese a quien le pese, la Tribu y la Franja han pasado de ser simples “caballos negros” a serios aspirantes al título. Jamás pensé que algún día diría esto, pero creo que una final Indios-Puebla sería un gran espectáculo.

El Bola, Acosta y Davino, listos para enfrentar a Pumas.